El segundo viaje del coro también fue a tierras andaluzas:
Sevilla y el IES Triana eran nuestro destino. Era nuestro segundo viaje y si
habernos permitido hacer el primero ya nos resultó algo casi imposible, un
segundo desplazamiento de tanta distancia y duración, nos maravilló y sirvió
para asentar el viaje de coro como una costumbre sin la que nos costaba
concebir nuestra actividad. Asimismo, el periplo sevillano nos sirvió para
asentar la tradición del viaje del coro, y también otra serie de tradiciones
que, poco a poco, se fueron imponiendo entre el coro y que han ido perviviendo,
año tras año, pese al goteo incesante de cantantes y el cambio de unos por
otros.
El alojamiento en esta ocasión fue un poco complicado y lo
repartimos entre Jerez y la capital; ambas noches dieron mucho de sí, como
pueden testimoniar los profesores Felicidad Paramio y Ciriaco Méndez que nos
acompañaron, y un escalera de incendios donde se concentró gran actividad coralista.
Momento de la actuación en el IES Gustavo Adolfo Becquer |
La actuación en Triana, un doce de Mayo en torno a las doce de la mañana, fue especialmente emocionante por el
calor y el cariño de los chicos sevillanos, tremendamente amables y entusiastas.
Nuestra visita a Sevilla y al instituto Gustavo Adolfo Becquer nos hizo, además,
partícipes de un pequeño trocito de la historia de la ciudad, y es que, como es
sabido, la majestuosa plaza de España de Sevilla, cuenta con un banco dedicado
a cada capital de provincia de España. En ese tiempo, justo la única capital
que no tenía un banco era la propia Sevilla, puesto que ese banco aun no se había
colocado en su actual emplazamiento y permanecía custodiado justamente en el
instituto en el que el coro Núñez de Arce actuó, por lo que pudimos retratarnos
frente al mencionado banco mucho antes de que lo hiciera la multitud de
turistas que se acercan a menudo a la capital hispalense.
Posando felices y despreocupados frente al que sería prontamente estrenado banco |
Igualmente, sería injusto olvidar el paseo por la ciudad. La comida de los coralistas en el parque Murillo, a la que seguiría una visita al Alcázar casi ipso facto, a eso de las cuatro y media, a la que seguiría un paseo por el barrio Santa Cruz. No sería nuestra única jornada en Sevilla, puesto que volveríamos al día siguiente para recorrer lugares tan emblemáticos como el Hospital de la Caridad, la Torre del Oro y el barrio de Triana, para acabar cerrando la mañana con una visita a la catedral y a la Plaza España, para a la hora de comer estar en el parque Maria Luisa.
Chicas del coro enredando por los laberintos del Alcazar de Sevilla, caminos de perdición |
Para finalizar un periplo tan cargado de nuevas y buenas experiencias, pasamos nuestra última tarde en Isla Mágica, para uso y disfrute de sus atracciones por parte de quienes gustaran. Gozamos, además, de unos fuegos artificiales que nos despidieron poco antes de que, en torno a las doce de la noche, nos montáramos de nuevo en el autobús para volver a Valladolid aprovechando la madrugada, a tiempo de poder desayunar en alguno de los bares próximos al instituto. Una experiencia intensa, emotiva y estimulante para recordar aquel fin de siglo del año dos mil.
Frente al autobús de turno, elemento fundamental en los viajes del coro y no sólo como medio de transporte |