El día 16 de julio  el sol caía a plomo sobre el autobús que nos llevaría a la Toscana. El muro del instituto era una plancha  ardiente y  la sombra  apenas  cobijaba  a los alborotados grupos que  con mochilas, maletas, guitarras y pertrechos fuimos llegando para emprender  el esperado viaje. Un viaje preparado minuciosamente durante meses. Los viajeros conocíamos la ruta,  visitas a ciudades,  conciertos,  porque Charo, incansable y rigurosa había ido informado puntualmente de la programación.  A las tres y media de la tarde, con puntualidad británica, partimos alegres  hacia nuestro destino. Nos esperaban horas y horas de autobús  pero nada asustaba a coralistas (41) directora y  acompañantes: Charo Parte, Pilar, Ángel, Gloria y Carmen. El viaje fue una fiesta,   la película “Ocho apellidos vascos” fue un acierto que aligeró la tarde, provocando risas y comentarios; cenamos en Oyarzun y continuamos viaje. En sueños recorrimos kilómetros y kilómetros, en sueños pasamos la Costa Azul, y  nos adentramos en la Toscana. A la derecha divisábamos el mar  y  a la  izquierda los  Apeninos un paisaje de verdes  laderas en las que destacaban las blancas cicatrices de las canteras de mármol  a la altura de Carrara.




El jueves 17 llegamos, media hora antes de lo previsto a Montecatini Terme  donde el Hotel Rubens nos esperaba. En el autobús  ya se había  hecho el reparto de habitaciones y la distribución en grupos por lo que la toma de posesión del alojamiento  fue fulminante. Dejamos equipajes, cogimos bolsas  y salimos en busca de  un lugar para comer. Tras una pequeña caminata bajo el ardiente sol de la dimos con un hermoso parque, perfecto para el picnic, donde dimos cuenta de nuestras viandas en alegre compañía. Allí,  a Cristina nuestra guía,  encantadora acompañante que nos ha asistido en todo momento con gran profesionalidad. Volvimos al Hotel para descansar un rato y acomodarnos. El hotel pequeño y acogedor ha resultado un lugar excelente para el grupo ya que lo ocupábamos al completo. La cena a las seis y media  temprana para nuestras costumbres, nos chocó  al principio pero el  apretado programa de la tarde así lo exigía. La extrañeza y la expectación  del  inminente encuentro con el grupo inglés sobrevolaban en esta primera cena.


El coro ensayando antes de cenar.

El  primer ensayo conjunto  resultó un poco desconcertante pero a pesar del calor de mil demonios y de las dificultades lógicas de armonizar tantas voces siguió adelante. El Gran juego de Quiz preparado por el Staff inglés  fue  sorprendente, la organización de más de cien personas en grupos  mixtos de ingleses y españoles; pantalla, megafonía, hojas por equipo y  preguntas, todo estaba perfectamente preparado  para favorecer el encuentro y la camaradería. Asombrados mirábamos  la pantalla donde  se presentaban las preguntas y nos abanicábamos para aliviar el calor: ¡junto al logo del Worle School Choir aparecía  el anagrama de Caja España! En un alarde de eficacia y rapidez los técnicos del Worle habían tomado como logo del Coro Núñez el de las flamantes y polémicas camisetas que los coralistas lucían en ese primer encuentro, regaladas por Caja España.

El día 18  mientras el coro  realizaba el segundo ensayo general, los “liberados” del Staff Núñez  realizamos una visita  monumental por Montecatini Terme, guiados por Cristina. A las doce como estaba previsto  iniciamos todos juntos el ascenso en el funicular hacia Montecatini Alto. Mientras esperábamos para subir se produjo un momento mágico: un numeroso grupo de los nuestros que, en amalgama con otros visitantes hacían cola para subir empezaron a cantar de manera espontánea como para entretener la espera. Howard briosamente tomó la dirección y en un crescendo de entusiasmo cantaron el  Fa-la- la. Los sorprendidos turistas, boquiabiertos, no daban crédito a tan maravillosas voces  y se arrancaron en aplausos.

Funicular a Montecatini Alto.
Montecatini Alto  pintoresco pueblo medieval  nos encantó con sus empinadas callejuelas y  su animada plaza donde el Staff Núñez  y  el Worle School teníamos prevista la comida. Los profesores españoles  comimos  en  estricto “apartheid” en mesa separada, mirábamos a los ingleses que al completo se habían  contagiado del abanico hispánico y se abanicaban con garbo. Mientras. Los chicos del Núñez buscaban  un lugar para comer por cuenta propia, circunstancia que causo  a  Charo  cierta zozobra.

El descenso en el funicular nos permitió  contemplar el  hermosísimo paisaje   toscano,  un vasto panorama de verdor en el que ciudades, pueblos, villas y campos cultivados se conjugan armoniosamente bañados por un sol resplandeciente.

Breve descanso en el hotel y cena temprana. Expectación, cierto nerviosismo y repaso del repertorio en la hora de viaje hacia Borgo a Mozzano donde se iba a celebrar el primer concierto, pero un cambio de última hora  nos llevó a Ghivizzano donde se realizó. En  una plaza se habían dispuesto   las sillas y un  pequeño escenario  que,  como Charo había temido, resultó inapropiado para alojar a cien  gloriosos cuerpos. La rápida decisión de cantar sobre el suelo, el eficacísimo montaje de la megafonía e instrumentos de los ingleses  tuvo como resultado un concierto excelente. Directores y coralistas, a pesar del escaso  público, se entregaron a fondo y desgranaron su repertorio y las voces sonaron maravillosamente en el silencio de la noche de este tranquilo pueblo. Este primer concierto tuvo un final  muy dulce pues un generoso surtido de  deliciosas tartas, saladillos  e incluso vino nos esperaba; dimos buena cuenta  del refrigerio en grata algarabía con los ingleses que, con la misma eficacia que montaron salieron. ¡Asombroso que se pudieran movilizar tan rápido y tan callando! Nos quedamos un poco más de tiempo agasajando a nuestros anfitriones con “Cantares”,  despedida que nos dejó muy buen sabor de boca.


Momentos antes de nuestro concierto en Ghivizzano.

El sábado  19 salimos  temprano hacia Florencia. El  ambicioso y apretado recorrido previsto había sido  retocado varias veces  siguiendo los  amplios conocimientos de nuestra guía. A pesar de la cuidadosa selección ¡hay tantas cosas que ver! Empezamos  en el Piazzalle Michelàngelo que  ofrece una vista panorámica de la ciudad realmente espléndida, Florencia a nuestros pies, con sus puentes sobre el Arno, el entramado de calles y tejados sobre los que destaca la esbelta cúpula de Santa Mª de Fiori que es, justamente, un emblema de esta ciudad renacentista.

Santa María Novella, la iglesia gótica de los dominicos cuya portada de mármoles policromos  realizada por Alberti  invita a adentrarse en ese templo que ofrece los frescos de Masaccio y el conjunto extraordinario de los de Guirlandaio que también contemplamos. La capilla de los españoles, el claustro…. Palacio Medici –Ricardi, Iglesia de San Lorenzo y tras ella la Capilla Mèdici. Siguiendo en todo momento la vistosa enseña de nuestra guía- un colorido ramo de hortensias- llegamos a la Plaza el Duomo: Catedral, el Baptisterio en obras y tapado,  y el Campanile   de Giotto, bellísimo y extraordinario  conjunto. Nos dispersamos para ver las famosas puertas del Baptisterio de Ghiberti, en grupos recorrimos en un pequeño recreo de veinte minutos este denso muestrario de arte. Continuamos callejeando a buen paso  y tras un rápido vistazo a la Iglesia de Orsanmichelle, ornada con esculturas en todo su perímetro, accedimos a la plaza de la Signorìa. Este enorme espacio abierto  presidido por el Palacio Vecchio y su imponente torre almenada,  contiene un notable conjunto escultórico tanto delante del palacio como dentro de el hermoso pórtico de los Lanzi, usado como alojamiento del ejército de los Medici, en un lateral se divisa el  enorme  edificio de los Uficci. Demasiadas bellezas para el ánimo acalorado y sin fuerzas del turista. El  “síndrome de Sthendal” acechaba en el monumental conjunto, se imponía un descanso. Buscamos un sitio para comer y en el mejor estilo “guiri” caímos en una  pizzería, tras un rato en la cola nos instalaron en una terraza en la que comimos bajo el implacable sol de la Toscana, teniendo  como vista el magnifico  palacio  Vecchio un marco incomparable, ciertamente, pero una comida cara.


El coro en Florencia.

Reagrupados de nuevo emprendimos la marcha viendo de pasada la Galería de los Uficci  que conduce al río Arno  y desde donde contemplamos  el puente  Vecchio, pintoresco puente que cruzamos admirando sus joyerías y tiendas de lujo. Al otro lado del río sentados en la tórrida explanada junto a  la mole del Palacio Pitti  encontramos a los ingleses que esperaban para entrar a los Jardines Boboli. El extenso jardín renacentista  tiene unas vistas hermosas a la ciudad pero ¡ay¡  el sol  justiciero, las empinadas cuestas y las dimensiones inabarcables nos llevó a buscar la sombra como perros cansados y dormitamos un poco, el grupo “senior”, pues los más jóvenes, subieron cuestas, buscaron fuentes y grutas y aun tuvieron fuerzas para continuar  sin parar y hacer la  caminata que nos separaba del autobús que esperaba al otro lado del río, cruzando el puente pudimos comprobar la anchura del Arno .

El concierto en  Pescia tuvo un carácter mágico y encantado. El escenario era una plaza porticada llena de encanto y de bancos  que fueron ocupados por un público variopinto como de verbena popular. Ni el viento  ni el  podio que basculaba haciendo dar un traspiés a Gill, ni las partituras voladoras obstaculizaron el desarrollo del  concierto. La acogida del público calurosa,  subió en entusiasmo cuando Charo con su don de lenguas y de gentes presentó el variado repertorio. "Signore delle cime" emocionó al público. Tras el concierto el concejal de cultura  agradeció a coralistas y directores su actuación y   al referirse a Charo dijo “Rosario, que aunque tiene nombre de signor, es una splèndida signora”; especialmente simpática fue la intervención de Lando Silvestrini el presidente de la asociación “Pescia in el cuore”  que nos hizo reír con su desenfadada entrega de obsequios y camisetas y que nos acompañó durante  el refrigerio  hasta la despedida.


Coro IES Núñez de Arce junto al Worle School Choir cantando en una plaza de Pescia.

El domingo día 20 quinto partimos los tres autobuses hacia Luca y Pisa. Fue el día de mayor convivencia  y conjuntamente realizamos las vistas programadas. Los  que hicieron el recorrido en bici disfrutaron de un paseo circunvalando la ciudad. El recorrido a pie guiados  por la experta Cristina  fue  interesantísimo  y muy completo. Luca es una ciudad medieval que conserva en su urbanismo  las trazas de su historia  como esa Plaza del Mercato con su forma ovalada construida sobre un anfiteatro romano, la Via Filungo, eje comercial que recorre de norte  a sur la ciudad  y hacia la que confluyen perpendiculares calles , conservando la geometría del trazado romano, las  iglesias  románicas San Michel in Foro,  San Frediano  y  el duomo de San Martino  espléndida en su fachada románica y bellísimo interior gótico.

La visita a  Pisa  se limitó  la Plaza del Duomo  que reúne el deslumbrante conjunto del Baptisterio de San Juan Bautista y la Torre Inclinada y la catedral de Santa Mª Asumpta.  El interior del Baptisterio magnifico y lujoso posee además  unas condiciones acústicas que pudimos comprobar en el breve canto que ofrecía la visita.

Un par de coralistas posan junto al cartel
que anuncia el concierto en Montecatini.
A las nueve el concierto en la Catedral de Montecatini. Exterior austero impropio de una catedral e interior espacioso y moderno que, al contrario de lo que suele ocurrir en las iglesias tenía una temperatura de horno. El concierto impecable en su desarrollo, contó con un nutrido público y a pesar de los sofocos, los sudores y el riesgo de lipotimias, coralistas y directores superaron  airosamente estas dificultades ofreciendo un espectáculo excelente que alcanzó su culmen en la interpretación de Haendel, fue aplaudido en pie por un público entregado.


El anunciado “Gelatti” en compañía de los ingleses  y el homenaje a Howard eran la despedida de las intensas jornadas vividas. Cuando llegamos al local reservado para la fiesta cundió el desconcierto. El lugar estrecho y peligroso con empinadas escaleras era totalmente inadecuado para más de cien personas, ni siquiera hacinados y de pie podríamos reunirnos todos. Nos mirábamos consternados allí más que una fiesta podría ocurrir un despropósito ¿cómo hacer todo lo que se había preparado en semejante caos? Se sentó todo el mundo, se consumieron helados y refrescos, el liderazgo de Charo se impuso y contra  todo pronóstico se realizó el homenaje a Howard que apenas tenía sitio y no salía de su asombro. Fue todo tan increíble que hasta la flema y la frialdad inglesas se vinieron abajo. Howard recibió emocionado las palabras que leyó Nuria, las canciones que Rocío y Sandra cantaron, el número de magia de Rodrigo y los regalos le encantaron. El Staff inglés nos miró e incluso intercambiamos besos y algunas frases, algunas chicas inglesas lloraban y una oleada de cordialidad y amistad impregnó la despedida.

Tristeza generalizada en el momento de la despedida
El lunes  21  después del desayuno dejamos el Hotel. Un empleado recorrió una a una todas las habitaciones acompañado de Gloria y la que esto escribe, comprobando que todo estaba en perfecto orden antes de devolvernos la fianza de 10 euros, al hacerlo en presencia de la recepcionista, la directora y Cristina nuestra guía  todos nos felicitaron por el comportamiento del grupo y entonaban como un mantra ¡“Bravissimi ragazzi”!. Gloria y yo recibíamos los parabienes como abuelitas chochas.

El viaje de vuelta se hizo como estaba previsto salvo el cambio de  la parada en Carcasonne, en vez de en  La Specia, que fue un acierto. La  amurallada ciudad francesa, tan bonita al atardecer, nos ofreció un  grato escenario para la cena. Continuamos el viaje hasta Valladolid, dejándonos el autobús al lado del instituto. Algunos se fueron, pero cansados y adormilados la mayoría  arrastramos maletas y cansancio y seguimos a la incansable Charo que nos arrastró hasta el “Erchus” a desayunar el chocolate con porras tal y como estaba programado ¡faltaría más!… y  así acabó este inolvidable viaje que tanto hemos disfrutado. Coralistas y “spléndida signora” compañeros de viaje y amigos todos ¡ha sido un placer! ¡BRAVISSIMI RAGAZZI!




Escrito por Carmen González Abril.