Coralistas a la hoguera…De San Juan. 

    A coger el trebole, el trebole, el trebole 
   A coger el trebole la noche de San Juan.

El fin de curso estaba próximo, muchas horas de estudio, muchos exámenes muchos agobios. No hay tiempo vital para nada.

Esta cancioncilla infantil se volvió machacona en nuestros ya cansados cerebros cuando conocimos el destino del viaje fin del curso coral. Sonaba y resonaba a la vez que una sonrisilla iba alegrándonos la cara. 

Y allá que nos marchamos el sábado 23 de junio, no muy tempranito porque el día anterior habíamos tenido un Concierto Benéfico en la bonita parroquia de Santa Marina de la vecina ciudad de Palencia, a beneficio de la ONGD Puentes (22 de junio de 2018) . 

Primera parada en la villa de las 3 mentiras: Santillana del Mar.

Cierto es que no es llana porque está rodeada de pequeñas ondulaciones, y no tiene mar, aunque está apenas a 10 kilómetros de la costa. En cuanto a lo de "Santa" no estoy muy de acuerdo, porque un grupo de monjes, en la Alta Edad Media, construyó en estas tierras una ermita donde proteger las reliquias de una mártir llamada Juliana. Años después, aquella primitiva ermita se transformó en un monasterio y en la fenomenal Colegiata de Santa Juliana de donde la villa tomo el nombre del centro religioso: “Sancta Luliana” (nombre que más adelante derivaría en “Santillana”). 

Paseamos por calles empedradas con multitud de regias casonas, muchas de ellas transformadas en restaurantes, hoteles con encanto. Y tiendeo variado.

Cuenta una historia de que quien va a Santillana y no se bebe un vaso de leche de vaca (de esa que deja bigotillo blanco) con un bizcocho, no se casa. No sé si por la leyenda o por el hambre, pero fuimos dejando un rastro de miguitas de sobao por nuestro recorrido. 

De ahí directamente a un lugar pintoresco cuyo nombre Cóbreces se cree que deriva del celta, Caoprices, Kaobreces. Con una de las playas más singulares de la región, y allí que nos fuimos. Por un momento recordamos la recomendación materna "¡Protector, que ahora el sol quema!". Seguro que lo dejé a mano. Pues no. Está allá, al fondo, escondido tras la última chancla. Una aplicación rápida y, con el bocata en la mano, nos dimos cuenta de la preciosidad de la playa, un mar precioso con una arena blanca y fina que se adhirió a nuestra piel embadurnada de crema solar y a nuestros bocadillos rompiendo el momento bucólico. 

Después de comer directos al Albergue Viejo Lucas, registro y hay que prepararse para el concierto. Todos guapetones y azulones salimos dirección Torrelavega, a La Iglesia de la Virgen Grande que llama la atención por los materiales en los que está construida. Es de hormigón armado y la cúpula estrellada tiene los nervios de ladrillo. Algún graciosillo diría que como nosotros antes del concierto...

Concierto, tras el cual ese momentito de gloria mezcla de satisfacción y alivio, con esas emociones propias junto con las de las personas que se acercaban a darnos la enhorabuena. 

Y vuelta a la playa, ahora con un aspecto muy diferente de la mañana, la noche de San Juan, la noche más corta del año y también la más mágica. La leyenda cuenta que San Juan Bautista nació el día 24 junio y lo hizo protegido por unas energías mágicas provenientes del solsticio de verano. Hay que aprovechar esta noche tan especial para atraer la suerte realizando diferentes rituales. El mas popular está directamente relacionados con el fuego, quemar en la hoguera una lista de las cosas negativas que quieres que salgan de tu vida. Otro es bañarse completamente desnudo y dando la espalda a la luna, los coralistas decidieron, no por cobardía sino por prevención, no exponerse a un catarro pues hacia bastante" rasca" 

Afanosos coralistas apilaron la madera , prendieron el fuego y los demás nos sentamos por donde pudimos a cenar nuestro siempre presente bocadillo y a mirar, por fin las llamas prenden , hacía frío, nos apretujamos un poco, No hay caso, hay que moverse , y demás somos un coro , hay que cantar; Fernando , Nao y Andrea  dirigen una improvisada sesión de minidisco playera…. ¡Felicidades chicos! conseguisteis que nuestras neuronas procesaran cambiar " Donna Nobis" por otra advocación mariana : "Macarena", a la que siguieron Saturday Night y otras por el estilo que entre la descoordinación motora por el frío y por la risa, calentaron la noche.

Ya de madrugada volvimos al hotel, cansados pero felices, la magia sigue, sin demasiados miramientos atacamos la cama sin dar mucho tiempo a pensar sobre su comodidad. 

Un sonido peculiar nos saca del sueño, el oído urbano de los coralistas trata de descubrir qué pasa, dónde estoy, qué hago aquí. El sonido se aproxima y poco a poco perciben más. Los cencerros de las vacas del prado próximo. Un gallo que canta como un poseso, un gato al que le deben de haber pisado el rabo… y como culminación de la sinfonía mañanera, las campanas de la iglesia. Lentos, torpones, adormilados, como encogidos por la humedad de la noche y con la voz de aquella manera hay que levantarse. 

Desayuno, recogida de bártulos y dirección Santander, tan bonita ella, para un rapidísimo paseo y seguir ruta hasta el Parque de Cabárceno, en el macizo kárstico de la Sierra de Peña Cabarga. Un espacio de 750 hectáreas en las que viven, en semilibertad, un millar de animales de especies salvajes de todo el mundo, algunas en peligro de extinción. 

Preparados con gorra, crema solar y bocadillo. Un rápido vistazo al mapa y a los horarios de los espectáculos y para dentro. A partir de aquí cada uno vivió su propia aventura. Tigres adorables, con aspecto de tiernos muñecos de peluche hasta que abrieron la boca, momento en que desapareció la ternura y la adorabilidad. Llamas de elegantes cuellos y con muy "mala baba “, en el sentido literal, ya que escupían ante el mínimo intento de aproximación. Montañas peludas, bañándose, en forma de oso. Hipopótamos " bop-bopeando" a modo de saludo. Tras varias horas de safari divertido y muy entrañable, a media tarde vuelta a casa.

Momentos Mágicos e inexplicables. 

Acabada la crónica mas o menos oficial hay que pararse a pensar sobre aquellos sucesos que no tiene una explicación racional. ¡El Duende!, Esta claro que a la mayoría nos pareció verlo por el rabillo del ojo, jugueteando por encima de las llamas, solo su presencia entre nosotros podría explicar la desorientación que sufrimos algunos en los pasillos de la sacristía de la Virgen Grande. La alucinación vivísima y real que tuvimos de un árbol andante, bamboleando sus ramas y acercándose a la hoguera hasta que descubrimos los pies del coralista que lo trasportaba. ¿Cómo es posible que ninguno pudiéramos encontrar ni un trébol en el camino de regreso al hotel? Podríamos también hablar sobre la inhibición sensorial colectiva del sentido del gusto. ¿Cómo se puede explicar que la leche del desayuno no nos supiera a nada? Extraordinario nuestro " coralista que susurraba a las cebras", que, a pesar de la proximidad a estos animales, no recibió ni una coz ni un mordisco...  
Con Duende o sin Duende lo cierto es que una vez más disfrutamos del lugar, de la compañía y de la música. Como siempre un cariñoso adiós a los que, por diversos motivos, tienen que archivar la carpeta de las partituras. La música nos trae y la música nos lleva.
Hasta la próxima… ¡Pero ese será otro cantar!



                                                   
                                                                                      Julia Anisimov Rodriguez
(Fotos: Álex Hernández Salgado)